Las tradiciones mas valiosas que tiene un pueblo suelen ser transmitidas de generación en generación. La gastronomía sin dudas es una parte muy importante de toda cultura. La cocina con su alquimia es todo: amor, costumbre, reunión, supervivencia, lujo, simpleza…pero también es cambio…y con los cambios también se pierden, lento pero seguro, muchas de nuestras mas queridas tradiciones…
Afortunadamente, para nosotros y para la posteridad, hay espacios, hablando de gastronomía, que nos proponen degustar los platos mas tradicionales, realizados con las recetas mas celosamente típicas. Este es el caso del que se nos ocurre llamar «el último bodegón porteño». Nada menos que el restaurante Chiquilín de Bachín, ese que fue musa de grandes tangos y que hoy sigue vigente.
Chiquilín es un exponente de restaurante argentino y lo demuestra principalmente con su parrilla donde no tiene rival. Ubicado en las cercanías de Tribunales, los mediodías son de los juristas, profesionales y ejecutivos. Pero por las noches, dada su proximidad a la calle Corrientes, se puebla
de público en general, artistas y también turistas que se acercan a probar el verdadero sabor de lo argentino.